Durante el último tiempo, observando el estancamiento que se aprecia en el país a nivel económico y educacional, creo que vale la pena preguntarse en que posición se encuentra el desarrollo de las artes, y específicamente la música.
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Si uno observa la evolución principalmente musical en otros países (a los cuales Chile busca parecerse en cuanto a su nivel y camino de desarrollo económico y cultural), tales como República Checa, Polonia, Irlanda, China, Finlandia entre otros, se puede constatar que actualmente estos obtienen resultados en certámenes internacionales y que poseen una gran actividad musical y de conciertos en general. Pero estos países no sólo han crecido y se han destacado por su nivel artístico, sino que también por su desarrollo en todos los ámbitos.
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¿Esto ocurre en Chile? Creo que contrariamente a lo que se piensa, se vive en una especie de conformismo creativo a nivel musical y de las artes en general. Existe en mi opinión un fuerte centralismo a todo nivel, desde la enseñanza hasta la extensión, con una política artística más preocupada de entregar recursos, que de desarrollar proyectos a largo plazo, sobre todo en lo que tiene que ver al ámbito de formación.
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Hay también una centralización de los recursos gubernamentales, ya que tanto los artistas como las corporaciones compiten una o dos veces al año para recibir dinero de un mismo organismo, eliminando o renunciando a la incorporación de privados al optar por un camino más fácil.
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Otro ejemplo de centralización y conformismo lo podemos encontrar en las instituciones de enseñanaza especializada de música clásica. Afectados por la larga jornada escolar, los conservatorios han comenzado a recibir estudiantes de mayor edad en especialidades que requieren que el alumno comience tempranemente por razones de aprendizaje muscular y musical. Al no ser así se pierde capacidad de ejecución y competitividad al compararse con estudiantes de otras latitudes. Esto se ha solucionado en otros países descentralizando la enseñanza, potenciando y diversificando la formación especializada en distintos puntos, facilitando una mayor actualización de los profesores (a través de cursos de perfeccionamiento, etc) y entregando la posibilidad a estudiantes más jóvenes de conocer la música clásica.
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Existe el proyecto de las orquestas juveniles, pero salvo excepciones, dicha iniciativa no exige una calidad especial de los profesores, sino que se enfoca más como proyecto social que artístico, que junto a la escasez de orquesta profesionales, el número de orquestas infantiles y juveniles existente no tiene una relación proporcional con las primeras. Si a esto le sumamos los conflictos que han existido en las dos orquestas más importantes del país, y las dos más profesionales podemos ver que falta el punto final del excelente proyecto de orquestas, vale decir, el lugar donde desembocarán todos los jóvenes en formación.
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¿Qué posibles soluciones podrían existir a estos problemas? Primero, se debería ampliar el número de escuelas artísticas y conservatorios a lo largo del país. Se debe incentivar el hecho de que profesores de buen nivel musical estén repartidos a lo largo de Chile y que no se concentren sólo en Santiago. Esto se puede lograr a través de la creación de nuevos conservatorios o sucursales de las escuelas de la capital que signifiquen un intercambio musical que les permita a los profesores y alumnos que ésten en otras regiones no quedar aislados. ¿Que determinaría que un músico opte por irse a regiones? La posibilidad de dar conciertos, tener un trabajo regular y estable (ya sea en orquestas o enseñando), y la facilidad y seguridad de no perder contacto con los centros culturales más importantes. Esta diversifición fomentaría la creación de un nuevo público, ya que no todo el mundo quiere o puede ser músico, pero alguien que guste de un instrumento y lo conozca, podrá ser un melómano que ayude a llevar gente a las salas de concierto.
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Esto va de la mano con la renovación constante del público, lo que implica que el músico este constantemente preocupado del repertorio, que debería variar de acuerdo al tipo de espectadores de un concierto. Porque pueden pasar dos cosas debido a la elección: que un buen programa de concierto puede provocar que el público entusiasme en proporción geométrica a otras personas que así asistirán a un nuevo recital en caso de que la experiencia haya sido buena; y uno malo, que puede sepultar las intenciones melómanas de un espectador y afianzar los malos prejuicios que se tiene hacia la música clásica.
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También creo que se deben ampliar las facilidades para que los privados aporten a todo nivel en eventos culturales. Esto le daría un fuerte impulso que diversificaría los recursos, existiendo así incentivos que determinen una multiplicidad de formas de financiamiento, ya que no se puede pretender que el dinero salga totalmente del estado. Esto se lograría a través de la realización de conciertos, que se convierten en acontecimiento sociales que además de entretener, den la posibilidad de que el público conozca una música distinta. Esto sumado al hecho de que la gente pague aunque sea una entrada mínima, casi simbólica, daría pie para que la música, se convierte en algo que puede ser viable no sólo desde el punto de vista artístico y espiritual, sino que también económico, lo que permitiría tener argumentos que posibiliten la mantención de temporadas que permirtan a empresas privadas la publicidad contante de sus productos a un público variado que se vaya renovando continuamente.
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Los músicos también deben mejorar su capacidad de gestión. Darse cuenta que el quehacer musical implica, además de tocar bien su instrumento, el publicitar cada concierto de buena manera, es decir, que tengan una difusión que le permita al público informarse de la existencia de un determinado evento musical. Y también asumir que los músicos no son más ni menos que un médico o un gásfiter, sino que simplemente tienen el don y la posibilidad de poder crear a través de un instrumento o un sonido; y eso es tener una responsabilidad, para con ellos mismos y los que los rodean como público. Porque la música es sonido, pensamiento y experiencia, el público siempre jugará un rol importantísimo en su actividad artística.
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Porque si estamos en el siglo del conocimiento, la información y la innovación, creo que el desarrollo artístico debe ser concebido tomando en cuenta estas tres características que le permitan crecer desde una perspectiva social, comunicacional, artística y técnica, con una actualización constante.