En vista de que estamos próximos a elegir a un nuevo presidente y a una nueva administración, es conveniente señalar cuáles serían los eventuales desafíos en materia artístico - cultural que se deberían enfrentar en los próximos cuatro años. Existen cuatro puntos que pueden ser abordados conjuntamente, con el fin de potenciar los que se ha logrado y mejorar las deficiencias aún existentes.
En primer lugar, el mejoramiento de la educación artística que se da en los colegios es de vital importancia para lograr crear hábitos culturales en la población y lograr dar a conocer las distintas manifestaciones artísticas existentes en el mundo actual. Los principales obstáculos que enfrentamos en la actualidad son el tardío comienzo de ésta (en muchos colegios empieza en quinto básico), la deficiente formación de profesores del área, y la poca importancia dada por el establecimiento educacional a las asignaturas relacionadas. La forma de revertir esto es el trabajo focalizado con los estudiantes (por ejemplo, dividiendo el curso en dos, lo que implica la contratación de un nuevo profesor, práctica que se da en establecimientos con excelente resultado) que permita un trabajo más eficiente y de mayor calidad; una mayor exigencia a la hora de contratar al pedagogo; y lograr hacer partícipe a los padres de los beneficios que promueve la práctica artística (ver columna). Para esto es imperativo un trabajo conjunto de políticas culturales y educacionales.
En segundo lugar, la diversificación del financiamiento es de vital importancia. En esto momentos gran parte de las actividades artísticas son financiadas por fondos del Consejo de la Cultura, incluso las que se realizan en alguna municipalidades. Es cierto que existen espectáculos con aporte privado, pero estos son de gran envergadura, y se realizan, pese a las grandes limitaciones existentes en la actual normativa (ver columna). Muchas veces, temporadas de conciertos, exposiciones, itinerancias, etc., que no están enfocada a un público masivo, no pueden encontrar respaldo en ninguno de los dos frentes, lo que impide su realización, siendo este tipo de actividad, de menor envergadura, muy propicia para realizarse en lugares de riesgo social o que no tienen acceso a manifestaciones artísticas con frecuencia, debido a factores geográficos o de seguridad.
En tercer lugar, y muy unido al tema anterior se encuentra el potenciamiento de los Fondos Concursables. Sin lugar a dudas se ha logrado un gran avance en este aspecto en lo últimos años, pero hay elemento que deben ser mejorados para lograr que la cultura artística se desarrolle de mejor manera, especialmente, si se financia con fondos públicos. Un primer aspecto es la evaluación de proyectos en relación a si se logró llegar al público estimado en el proyecto, factor fundamental a la hora de decidir cuáles se aprueban y cuáles no. En ocasiones, proyectos de gran envergadura no tienen el público estimado debido a que la labor de difusión no se realiza eficientemente, sin que esto signifique una merma en los antecedentes del responsable del para postular a un proyecto futuro. No se trata de que todo lo que se financia sea masivo, sino que se traten de cumplir las proyecciones de espectadores que el mismo responsable del proyecto se autoimpone, dando un gran importancia al factor difusión. Por otro lado existe una irregularidad de eventos en el tiempo por las características de adjudicación de los fondos. Por ejemplo, si un año se presenta un festival en una zona de riesgo social, el que éste se repita depende en gran medida que el responsable presente un nuevo proyecto al año siguiente. Esto se evidencia en el hecho de que muchos proyectos de itinerancia, exposiciones, etc., no perduran en el tiempo, lo que determina que muchas veces los fondos sean una forma de recaudar dinero para los artistas, más que una manera de dar cultura a largo plazo a la sociedad. Es en este punto que podría existir una especie de licitación que emane de la institucionalidad en zonas que ameriten proyectos artísticos que cambien el entorno cultural de un determinado sector, lo que lograría trabajar a largo plazo las iniciativas de este tipo. Y por último, se debe poner énfasis en que los proyectos que se realicen año tras año, apunten a un cofinanciamiento creciente, debido a su aumento de público y credibilidad, es decir, que los fondos no lo financien totalmente, sino que este paulatinamente financie su realización a través de aportes privados y públicos con el fin de que estos últimos puedan ir apoyando a otras ideas que vayan naciendo.
En cuarto lugar, y quizás uno de los puntos de mayor urgencia, es el aumento cualitativo de proyectos sociales-culturales, que terminen con la desigualdad existente en muchas zonas de nuestro país. ¿Cuáles son estás? Zonas en riesgo social y zonas rurales. Debido a que éstas se encuentran alejadas de centros culturales comunales, muchas veces el acceso a la cultura y al arte depende en gran medida de la iniciativa de fundaciones u ONGs que buscan cubrir la falta de oportunidades. El problema es que no se pueden mantener en el tiempo debido en gran medida al financiamiento. Y aquí es dónde las políticas culturales deben actuar con gran urgencia. Porque cambian el entorno, revitalizan el espacio público, potencian el sentido comunitario, y logran entregarle a gente con menores oportunidad la posibilidad de apreciar manifestaciones artísticas de gran calidad, sin que tenga que viajar kilómetros para verlas. Y si a esto se le suman la realización de talleres, clases de instrumento u otras formas de aprendizaje, se logrará paulatinamente cambiar la realidad existente. Colegios, parroquias, etc., son lugares que pueden albergar estas instancias comunitarias que terminarían con esta desigualdad.
Se ha avanzado. Hay más fondos, más iniciativas, más conciencia. Sin embargo todavía no se puede decir que el arte y la cultura son apreciados por todos los chilenos. Hay deudas importantes, dolores y carencias fundamentales que necesitan ser abordadas con urgencia. Esos son nuestros principales desafíos.
Publicado en La Tercera Online: