Ayer tuve mi ceremonia de graduación de Licenciatura en Artes mención en Interpretación Musical. En dicha oportunidad se entregaron también los diplomas de las menciones teatro, composición, teoría de la música, danza, historia del arte, artes visuales y diseño teatral. Tuve el privilegio de leer el discurso en representación de los estudiantes, debido a que obtuve el promedio más alto de la generación de egresados de esta promoción. Fue un discurso que dio cuenta de mi paso por la Facultad de Artes, en el que agradecí a profesores, estudiantes, músicos y familia, destacando las innumerables cualidades de la Universidad, además de señalar las críticas que creí correspondientes.
Tengo que decir que fue una ceremonia organizada, con números artísticos de muy buen nivel, y con todos los ritos tradicionales de juramentos a la hora de entregar los títulos y grados académicos a egresados de la Universidad de Chile. Ritos que espero se mantengan, ya que provocan una fuerte identificación con la Universidad. Sin embargo, no puedo dejar de mencionar ciertos aspectos que me provocan intranquilidad de parte de los mismos egresados, protagonistas de dicha ceremonia.
En primer lugar la asistencia fue baja. Mucha gente de los egresados, por diversas razones, no estaba en la sala Isidora Zegers, lugar de la ceremonia. Cuesta pensar una graduación de otra carrera con tantas ausencias. En segundo lugar, muchos de los que fueron recibieron su diploma en bluejeans y zapatillas, o con vestimentas cotidianas que hacían parecer esto una cosa de todo los días. ¿Cada semana damos término a nuestras carreras? ¿Cada semana tomamos juramento ante la Universidad? Se imaginan una ceremonia de otra carrera en la mismas condiciones? Si es así, ¿por qué la de nosotros debe ser diferente?¿Somos más que los otros? ¿Somos menos? Ninguna de las anteriores. Tenemos una profesión igualmente digna que el resto, no somos más ni menos sensibles, más ni menos intelectuales. Simplemente tenemos el don de crear a través de nuestras manos, de un sonido, de un partitura. La formalidad del intérprete o del protagonista de un concierto, una ceremonia, etc, no es imperativa porque sí, sino que marca un evento importante para cada uno de nosotros, un antes y un después, y que si lo realizamos en una forma cotidiana, terminamos restándole la importancia que realmente tiene.
Se puede afirmar que la forma no posee gran significancia, sin embargo, creo que eso es minimizar su esencia y función. La forma hace tangible el fondo, lo comunica y lo hace realidad. El fondo es el concepto, y la forma la praxis, el como lo llevamos a ser presente. Y si queremos ser considerados igual que otras profesiones tenemos que darle una importancia a nuestros hitos, antes que nadie. Porque nuestra historia la hacemos paso a paso, marcando nuestro eventos de desarrollo, no podemos denostar el comienzo y el fin de de un proceso sin darle la correspondiente mística e identidad. La tradición nos enseña y nos permite saber hacia donde nos movemos, que reglas quebramos, que vanguardia hacemos. Los ritos nos recuerdan quienes somos y hacia donde trazamos nuestro futuro. Porque nuestro quehacer es cada día más necesario, tenemos que partir por respetarnos a nosotros mismos, y darnos cuenta que nuestro oficio es digno de recibir entendimiento y comprensión.
viernes, 11 de mayo de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Muy de acuerdo con tus palabras Nico. Sobre todo porque concuerdo contigo en que ir "elegante" a tu graduación no es porque "se deba" ir así, sino que más bien porque uno está viviendo un momento importante en su vida y trata de demostrarlo a través de diferentes símbolos, como usando una ropa que no te pondrías para ir al cine o al levantarte cada mañana.
Un abrazo
Cristóbal
Publicar un comentario