Hace unas semanas cayó en mis manos gracias a un amigo, el disco
“Meciendo”, una cantata latinoamericana con textos de
Gabriel Mistral. Una obras que, según mi opinión, debe ser difundida, ya que une de manera riquísima, y en ocasiones notable, textos, música e instrumentación. Y que mejor período que Navidad para hacer un regalo con sentido.
La música es de Alex Vigueras, sacerdote de la Congregación de los Sagrados Corazones, quién con una sensibilidad notable es capaz de recrear musicalmente cada texto con criterio sin caer en la precariedad ni en los excesos, demostrando oficio, belleza, y en muchos momentos, genialidad.
Los textos escogidos son del libro Desolación. Y la transversalidad entre los textos está determinada por la temática de la maternidad. Por un lado, la maternidad sagrada, que reconoce la presencia de Dios; por otro, la maternidad dramática, donde la soledad de la madre y la amenaza están en el centro; y por último la maternidad vulnerable y necesitada.
La voz de la solista, Magdalena Matthey se mueve con especial versatilidad en cada uno de los cantos, capaz de recrear tanto la nostalgia, la tristeza y lo lúdico. Alcanza momentos realmente notables en Yo no tengo Soledad, Canción Amarga y Mi Canción. Ximena Rivas nos hace sentir acogidos a través de una narración realista, sobria, que no cae en excesos teatrales, lo que la convierte en una pieza vital. Junto al Coro Universitario de Santiago, dieciséis músicos y los arreglos musicales de Luciano Valdebenito, dan vida a 13 poemas de gran factura literaria a través de un musicalización impecable.
Utilizando ritmos latinoamericanos como base de la composición, que son enriquecidos por la instrumentación a través de agrupaciones propias de la música clásica, de la música folclórica y de la participación de una agrupación coral, el compositor crea una sonoridad enriquecida por la multiplicidad de instrumentos y su utilización con criterio.
La Obertura, iniciada por los vientos y las cuerdas, determinan el carácter nostálgico de la obra, que con la aparición del coro a modo de clamor, nos manifiesta la fragilidad de la condición de la mujer y de su maternidad, y al mismo tiempo la riqueza innegable por su condición de madre. Seguida de un texto, que nos recuerda el Decálogo del Artista que alguna vez escribió la poetisa, y una música más festiva, se nos pone de manifiesto el carácter sagrado de la vida y la maternidad, que manifiesta Gabriela Mistral en el poema, traducido en la esperanza y el gozo de mecer a un niño.
Continúa con La Madre Triste, una canción de cuna al más puro estilo mistraliano, que a través de la inclusión paulatina de instrumentos nos devuelve la alegría que a veces será negada por los textos tristes y nostálgicos de la Cantata. Cómo será, nos manifiesta el deseo y la esperanza de cargar al niño que está por nacer, a través de un texto íntegramente narrado, interrumpido sólo por el verso que da nombre al poema y que enlaza musicalmente con Apegado a mí, un bossa-nova que nos describe el deseo del dormir junto al hijo recién nacido.
La Dulzura, es uno de los textos que mejor describe el carácter sagrado y de santidad que Gabriela Mistral le da al misterio de la maternidad, que acompañado de cadencias al más puro estilo de la música nacionalista española, lo convierte en una de los momentos de mayor vigor de la obra. Continúa con Meciendo, poema que es expuesto en forma de vals, que da título a la obra, y que nos hace danzar en nuestro imaginario junto a la alegría del mecer al hijo que ha llegado.
El Dolor eterno, marca de manera fulminante el carácter doble de la maternidad que le otorga la poetisa. Por un lado la alegría, y por otro el dolor que marca el estar conectado a la vida de un ser nacido de las entrañas, que es descrito a modo de declaración de amor, en el octavo poema dela cantata, La Noche.
Arrojada, marca el comienzo de la sección más lograda de la cantata, la de más alto vuelo, y quizás la más original. Nos pone en una de las situación más dolorosas: el hijo no deseado, que en un clamor de la solista, del coro y de la narradora la convierten en uno de los pasajes más estremecedores de la obra, que cierra con una de los versos más hermosos, “Para mí viniste, para mí que estaba sola”, que gracias a la musicalización, paulatinamente es transformado de un texto triste a uno esperanzador. Yo no tengo Soledad, continúa con el desarrollo del verso antes señalado, que grita a los cuatro vientos el agradecimiento por la compañía del niño amado, respuesta al desamparo y tristeza que la rodea.
Por Él es una declamación, un grito de misericordia por la existencia de este niño, el hijo, que junto a la gran presencia del coro, otorga una gran empatía e identificación con el auditor. Canción Amarga, quizás la más sinfónica de todas, es capaz de manifestar la alegría, y la festividad del juego gracias a la utilización de la guitarra, los vientos y bronces a lo largo del poema.
La Madre, con una participación notable del violonchelo y del coro, nos devuelve la nostalgia, y la tristeza presente en los textos anteriores, que de una manera u otra son mermadas por Mi Canción, gran epílogo de la obra, que con apoyo del coro y la fuerza de la instrumentación, nos dejan con un espíritu de fuerza y optimismo que hacen recrear y sentir la bendición de la maternidad.
La carátula del disco, gracias a las ilustraciones de Nelson Plaza, es otra obra de arte, que dan una mano en la comprensión íntegra de los textos que dan vida a la Cantata.
En síntesis, una obra necesaria, que da cuenta de textos de gran profundidad que vuelven a nacer través de la música. Una obra que seguramente producirá identificación en la mujeres embarazadas y que gracias a los textos de una gran mujer y la gran elaboración musical de Alex Vigueras, nos permitirá sentir, en palabras de la poetisa, “la santidad de este estado doloroso y divino”.
Publicado en La Tercera On Line