martes, 16 de diciembre de 2008

Educación Musical, ¿en dirección correcta?

Cultura, más cultura en canales, en diarios y revistas. Son frases que se escuchan continuamente, que buscan y señalan la necesidad de un desarrollo cultural más profundo en nuestro país. Sin embargo son pocas las veces en que se aborda con especial profundidad los problemas de la educación artística en Chile, sus limitaciones y las formas en las que ésta puede desarrollarse de mejor manera. Y no sólo refiriéndose a la especializada, si no que también a la general.

Utilicemos la música como ejemplo. Partiendo de la base que en cualquier obra artística necesitamos un creador y un receptor, podemos señalar, que existe una educación artística especializada, que se enseña en universidades, institutos, conservatorios, etc.; y una de carácter más general, que se da sobre todo en los colegios, que busca entre otras cosas fomentar el gusto y la necesidad por las artes. Es innegable, que ha habido aportes el último tiempo, por ambos lados. Sin embargo ha existido una falta de desarrollo complementario entra ambas, que permita trabajar con un objetivo común.

Pero, quizás el punto más importante es la educación que se está dando en nuestros colegios. ¿Se entregan las herramientas necesarias? ¿Se cumplen los objetivos de fomentar el gusto por la música? ¿Se les han explicado a los padres las ventajas del aprendizaje de la música en el desarrollo del niño? ¿Se ha explicado con seriedad cuáles son los beneficios de cada una, más allá del gusto y de la entretención? ¿Tienen los estudiantes un acercamiento real a la música desde los primeros años? ¿Cuántos niños de cuarto básico han asistido a un concierto? ¿Cuántos niños salen del colegio sabiendo leer música o reconociendo ciertos estilos? Si pensamos que la educación musical está presente desde primero básico a octavo, nos damos cuenta que existen ocho años para formar a un niño. Pero la realidad nos confronta con que es una asignatura de paso, para subir la nota, reducida a la flauta dulce y a una escasa o nula experiencia real. Pese a que la educación es un tema que está en boca de todos, el área musical aún no ha logrado subirse a este tren de renovación. Problemas de presupuesto, demasiados alumnos por salas de clases, escasa cantidad de instrumentos, y muchas veces falta de motivación de los alumnos. ¿De quién es la responsabilidad? ¿Programas, alumnos, profesores?

Es un indudable que el profesor no puede enseñarle particularmente a cada uno, pero se deben hacer los esfuerzos en focalizar la enseñanza, con el fin de no reducirla a la práctica de la flauta dulce de plástico y a la percusión de ritmos en un papel sin mayor experiencia musical real. ¿Y cómo se lograría esto? Por un lado potenciando e introduciendo una mayor experiencia práctica instrumental, labor que se ha realizado a través de las Orquestas Juveniles. Son mucho los estudios que afirman las ventajas de ésta disciplina, por lo tanto el potenciamiento de una política educacional y cultural que subvencione en este sentido, traería beneficios a largo plazo. Sin embargo aún falta potenciar el nivel de los profesores encargados de ésta orquestas, que no puede ser el profesor general de la asignatura. Y aquí es donde deben entrar los centros de formación especializada, es decir, las universidades. A través de docencia y de actividades de extensión. Por un lado que profesores y alumnos aventajados incluyan, cómo aspecto fundamental en la formación, una especia de asesoría musical en esta área. Y por otro lado, dar la posibilidad de llevar a los colegios de manera regular y seria, conciertos y actividades musicales profesionalmente serias, que permitan crear la necesidad de asistir a otros espectáculos que por su complejidad o regularidad son llevadas a cabo en otros sitios. Y aquí es donde las universidades cumplen un rol fundamental. Estas deben dar la posibilidad a sus músicos en formación y a sus profesores, de ver a los colegios como escenarios válidos. ¿Por qué no pensar en temporadas regulares en colegios? Si se gestiona de la manera correcta, terminaremos con la excusa de que la sala del concierto no queda cerca, que la información no esta al alcance de la comunidad, etc. Y de forma seria, porque el músico afrontaría el concierto con la misma responsabilidad como si fuera el Teatro Municipal, y el público mostraría el mismo respeto a través de una preparación acorde.

Pero uno de los puntos fundamentales es incentivar de la manera correcta tanto al público como al espectador. Porque los incentivos deben ir tanto para los artistas cómo para el público. Es decir, la asignación de recursos vía concursos y donaciones no sólo debe ayudar a los artistas, sino que deben potenciar con especial interés los proyectos que vayan en directa relación a la formación de auditores a largo plazo. Es decir, un desarrollo sustentable más que una entrega de recursos que permita vivir el día a día a los músicos, que incluya con especial énfasis a la empresa privada.

Porque nuestro principal motor debe ser dar a conocer los beneficios integrales de la práctica musical. Porque ésta no sólo es para unos pocos. Si los centros de formación especializada no dialogan con los colegios, que son los lugares donde se producen los primeros acercamientos a la música después de la familia, seguiremos buscando explicaciones a la falta de cultura artística en nuestra sociedad. Y las universidades formarán músicos que no tendrán lugar ni público al cual mostrar su arte. Por ésta razón, éstas últimas instituciones tienen un rol fundamental. Y si logramos esto, recién así estaremos en condiciones de crear la necesidad de asistir a otros espectáculos que por su complejidad o regularidad son llevadas a cabo en otros lugares.

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